martes, 18 de mayo de 2010

¿Qué quiere la Juventud?

Ciudad e Identidad*

Autor: Estanislao Zuleta**

(…) Lo imposible no es difícil; optar por lo imposible es una manera de declarar que uno no quiere meterse con el futuro. Ahora, en nuestra época hay una gran dificultad derivada de la crisis que vivimos para investir el futuro. Ese es uno de los problemas más graves de nuestra época.

Yo quisiera referirme con cierto detalle a esta cuestión.

Investir, lo digo en el sentido sicoanalítico, es poner allí su deseo; poner allí su proyecto, poner allí el foco de sus intereses y de sus trabajos, su atención. Hoy es muy difícil eso: investir el futuro. Descriptivamente, sin que por ahora podamos desarrollar los motivos, es fácil darse cuenta de que nosotros tenemos hoy una crisis de una hondura muy grande, tal vez de una hondura más grande de lo que pensó Marx; porque Marx describió la crisis como la crisis de un modo de producción que por su crecimiento ya era irreversible y que iba a conducir a una sociedad radicalmente nueva y sin clases. Pero él la describió esencialmente como la crisis acumulativa, creciente de un modo de producción, del modo de producción capitalista y que llegaría a ser mundial.

Cuando les digo que en la sociedad nuestra queda extraordinaria y particularmente difícil investir el futuro, me refiero más particularmente desde luego a la juventud.

Nosotros vivimos en una época en donde en muy diversas áreas mundiales (no me estoy refiriendo solamente a nuestra parroquia) la juventud tiene una inmensa dificultad para investir el futuro. Más bien lo que tiene es una tendencia a temer el futuro; lo que significa un gran repliegue sobre el presente como disfrute no como producción (porque la producción, la creación, la búsqueda, la investigación, el proyecto, la acción, postulan siempre un futuro y un desear: ser después en el futuro) sino como consumo puro, además, preferiblemente como consumo destructor; como consumo no productivo y no transformador.

Esa tendencia se puede considerar (algunos así lo han descrito, porque es un fenómeno muy conocido) como un repliegue narcisista, una supervaloración de lo estético, de lo corporal gimnástico, danzarín y, demás, de la moda. El narcisismo dirigido por las casas de publicidad: allí lo que parece más íntimo, más propio, resulta ser también la vía y el camino de los vendedores.

Un repliegue sobre el presente como narcisismo, como esteticismo, como droga también; droga vivida como rebelión.

El contraste creciente, pues, entre lo que promete una vida monótona de deberes y la proclamación de la felicidad en el instante, en el presente; el deseo de no ver un futuro amenazador, lleno de oficinas grises, de horarios y buses y de tareas que uno no quiere llenar pero que tiene que hacer para pagar cuotas y arriendos. En contra de todo eso la juventud quiere ser alegre aquí y ahora; y no dejan de tener razón los jóvenes al no investir semejante futuro. Sin embargo, si no logran inventar un futuro, un futuro real, tampoco podrán hacer nada por transformar la sociedad, ni por buscar su propia felicidad. El problema es que el futuro es cada vez más difícil de investir para la juventud; no por culpa, desde luego, de la juventud, sino del futuro que se les propone como real.

Que no venga ningún moralista a condenar tal o cual droga, y sus perniciosos efectos, porque el que la consume ve como más pernicioso el futuro que se le ha prefabricado y en todo caso como indeseable. Sus ocho horitas, más su busecito, sólo para repetirse en un apartamentico, mientras que la vida se va acabando añito por añito no es algo de investir desde luego. Hay investigadores norteamericanos muy notables de este problema, que nos enseñan mucho, han descrito (incluso han hecho cuentas porque a los norteamericanos les gusta hacer cuentas sobre todo), han hecho cuentas de cómo disminuye la conversación, es decir, el número de minutos por día que la gente se dedica a conversar; para decirlo en sus términos: cómo va disminuyendo hasta aproximarse a cero, a medida que aumenta sin embargo la compra de objetos.

Las relaciones humanas que sean afectivas, quiere decir que prometan algo, colaboración, transformación, enamoramiento, cuestionamiento, adversidad; que prometan algo, no solamente positivo (puede ser algo negativo) también lucha y puesta en cuestión de nuestras convicciones y nuestros valores, es decir, que prometan algo en general, que prometan entrar en contacto efectivo, disminuyen a un ritmo terrible y eso es parte de lo que llamamos ciudad.

Lo grave no es sólo diseño, desde luego desde el punto de vista estético: ustedes tienen razón si les aterra, como arquitectos, ver la serie de cajones de cemento grises, enfilados al lado de una gran avenida, diseñado todo eso para los automóviles y para albergar una colmena que luego va a salir volada para su fábrica.

La ciudad se hace cada vez más grande y anónima. No se es de Chicago o de Hamburgo como se era en otras épocas de Atenas o Florencia; es decir como formas de identidad, como inscripción en tradiciones determinadas y participación en realizaciones culturales colectivas.

En lo que suele llamarse ahora la crisis de la juventud, se oculta, generalmente en formas negativas, regresivas (infantilistas), destructivas y autodestructivas, la exigencia de un cambio cualitativo: no más de lo mismo, sino otra cosa, otra vida. Ya no esperamos nada del desarrollo económico y no moveríamos un dedo porque Cali se convirtiera en Chicago. Es verdad que la lucha contra la inicua y vergonzosa desigualdad y explotación económica es necesaria e inaplazable; pero no es suficiente.

La exigencia de una vida diferenciada, artísticamente productiva, abierta al debate y al conflicto teórico, político y científico, individual y colectivo, no es una exigencia secundaria o diferible; no se puede postergar para después del quinto o el décimo "plan quinquenal". Si no se pone desde el comienzo como estilo, motor y guía, no vendrá después, y esa exigencia es la única que puede sacudir en los más diversos estratos de nuestra sociedad, la modorra, la depresión y el escepticismo. (…)

*Este extracto es de: Zuleta, Estanislao (2001) ARTE Y FILOSOFÍA. Fundación Estanislao Zuleta y Hombre Nuevo Editores, Medellín. Pág. 229 a 246.

**Pensador y Catedrático, nacido en Medellín en 1935 y fallecido en Cali en 1990.

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