viernes, 1 de noviembre de 2013

Razonamiento

Todos solemos pensar que somos capaces de usar el lenguaje correctamente para defender nuestras ideas o para sacar conclusiones. Así, cuando queremos realizar algún razonamiento solemos usar argumentos y sacar conclusiones que nos parecen  “lógicas” según nuestro sentido común. Por ejemplo, si queremos convencer a alguien de que debe invitarnos a un helado podríamos decirle:

-Tú me dijiste que si te acompañaba, entonces me invitarías a un helado.
- Te he acompañado
- (CONCLUSIÓN) Por tanto, debes invitarme a un helado.


Un razonamiento de este tipo a todos nos resulta fácil de comprender y, de hecho, casi todos solemos usar razonamientos así diariamente. (¡Cuántas veces hemos oído a jóvenes diciendo a sus padres cosas como “Me dijiste que si recogía el cuarto podría salir. Pues ya he recogido el cuarto. Por tanto, ahora puedo salir ¿no?”).
En todo razonamiento hay dos elementos claramente distinguibles:
  •  Premisas: (Pre-misa: quiere decir “dada con antelación”) Son los enunciados en los que se basa el razonamiento y que sostienen y fundamentan la conclusión. Sería algo así como los datos de un problema en los que hay que basarse para alcanzar una conclusión.
  • Conclusión: Es el enunciado que surge como resultado de la consideración lógica de las premisas. 
Un razonamiento es válido cuando la conclusión se deriva lógicamente de las premisas. Por ejemplo:

Si alguien quiere ahorrar dinero no debe comprar ropa de marca. María quiere ahorrar dinero. Por tanto, María no debe comprar ropa de marca.

Pero que un razonamiento sea válido no significa que sea verdadero ni que sus premisas sean verdaderas. “Válido” significa que se deriva lógicamente de las premisas sean estas falsas o no. Por ejemplo, el siguiente razonamiento posee premisas falsas todas ellas, pero es un razonamiento válido (pero su conclusión no es verdadera):
  • Todos los cometas giran alrededor de la Tierra 
  •  El Sol es un cometa 
  •  Por tanto, el Sol gira alrededor de la Tierra
Un argumento no es válido si la conclusión no se extrae (infiere) de las premisas. El siguiente es un ejemplo de argumento no válido.
  • El alumno que estudia, aprueba los exámenes.
  • Juan ha aprobado
  • (CONCLUSIÓN) Juan ha estudiado.  
Si nos fijamos la conclusión no puede obtenerse de las premisas con seguridad (no es una conclusión necesaria): un alumno puede aprobar si estudia, claro, pero no solamente si estudia, también podría aprobar si supiera con antelación las preguntas o si hace “copia”. Por tanto, esa argumentación no podría considerarse válida ya que, aunque las premisas fuesen verdaderas, de ellas no podría obtenerse con seguridad la conclusión.
Veamos otro ejemplo más claro:
  • Si alguien prende fuego en el bosque, se produce un incendio.
  • El bosque está ardiendo.
  • (CONCLUSIÓN) Alguien ha prendido fuego al bosque.
Pues bien, muchas veces, debido a nuestra falta de conocimiento o por intereses poco nobles, no sabemos o no queremos usar bien el lenguaje en nuestras argumentaciones de modo que cometemos errores denominados FALACIAS. Las falacias son argumentos aparentemente solventes, pero que en realidad no lo son. En este sentido, se les puede considerar falsos argumentos o argumentos engañosos. Las falacias son argumentos que o bien no son válidos (falacias formales), o bien no son
sólidos (falacias no formales).

- falacias formales: son argumentos no válidos porque su forma no es válida. Por ejemplo:

- Si llueve, se mojan las calles
- Las calles están mojadas
- Por tanto, ha llovido.


falacias no formales: argumentos que, aunque tengan muchas veces una forma válida, no son sólidos. Son en general argumentos engañosos. Por ejemplo:

- No te puedes fiar de los hombres
- Juan es un hombre
- Por tanto, no te puedes fiar de Juan


Este argumento es válido formalmente, esto es, la conclusión se obtiene correctamente de las premisas, pero no es sólido puesto que se basa en unas premisas claramente falsas obtenidas de una generalización incorrecta

Profesor: Manuel Calvo Jiménez




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