Por
El
periodista y escritor Eduardo Galeano sostiene que en el siglo XX se violaron
la mayoría de derechos humanos. Por ejemplo, durante los años setenta en el
Cono se suprimieron los derechos civiles, sociales y políticos. La tortura se
convirtió en el método, por excelencia, para conseguir información. El
terrorismo de Estado se usó indiscriminadamente con el fin de generar el
miedo constante en la población. El secuestro y la desaparición fueron el pan
de cada día para los sindicalistas, los intelectuales, los artistas y los
estudiantes: casi todos ellos fueron catalogados como subversivos. Los
opositores fueron considerados indeseables.
Para
desgracia de la humanidad, quienes más ferozmente han violado los derechos
humanos jamás van presos. Ellos, como señala Galeano, tienen las llaves de las
cárceles. Sin embargo, el escritor sostiene que un derecho que no pudo ser
eliminado: el derecho a soñar y a pensar distinto. En esta última tesis no
estaría de acuerdo con Eduardo Galeano.
En
Colombia, y en diversos lugares del mundo, soñar y pensar distinto son actos
que siguen sacrificándose. La libertad necesita de condiciones que,
desafortunadamente, no se cumplen en la mayoría del continente. Solo son libres
aquellos que piensan por sí mismos, dijo Kant dos siglos atrás. La ignorancia
hace a las personas presa fácil de los prejuicios sociales, políticos e
ideológicos; de la manipulación de los medios de comunicación, de las ideas
mágicas, simplificadoras y supersticiosas, de los personajes mesiánicos, del reduccionismo,
la intolerancia y el fanatismo.
Por
eso, una persona que todavía no domina la lectura crítica tiene graves
limitaciones para interpretar la realidad material y simbólica. La lectura y la
escritura de calidad nos liberan del tiempo y del espacio en el que vivimos.
Nos permiten trascender, interactuar y dialogar con personas en múltiples
contextos históricos, culturales y regionales. En consecuencia, aprehendemos no
solo de nuestra propia, limitada y singular experiencia, sino esencialmente de
la experiencia acumulada a lo largo de la historia por los 110.000 millones de
seres humanos que, se estima, nos han antecedido en su paso por el planeta
Tierra.
Es
por ello que la socióloga y antropóloga Michele Petit tiene razón cuando
considera a la lectura comprensiva como condición de la democracia. Sólo así ,
afirma, podremos elegir destino, resistirernos de mejor manera a la opresión, y
dejaremos de ser objeto de los discursos y los pensamientos de otros. Alberto
Merani, por su parte, explica que el hombre se vuelve humano, “únicamente
cuando ha convertido en instrumento de las relaciones sociales la cualidad
objetiva del pensamiento y el lenguaje; y concluye que sin educación no hay
libertad y que sin libertad no hay educación que valga la pena”.
En
Colombia solo tres de cada mil jóvenes escolarizados tienen un nivel de lectura
crítica a los 15 años, según las últimas pruebas PISA que han sido aplicadas y
tabuladas. Lo cual les permite distinguir matices en las afirmaciones, captar
los pensamientos profundos que subyacen a los textos y encontrar posibles
incoherencias en las ideas de un autor.
¿Cómo
serán las dificultades que tienen estos mismos jóvenes para distinguir matices
en las ideologías de los partidos políticos? ¿Cómo serán las limitaciones que
tienen para comprender la conveniencia de un programa político, económico o
cultural y para evidenciar lo equivocado que pueda ser elegir a un candidato en
unas elecciones locales o regionales? Mientras los niveles de comprensión
lectora en el país permanezcan así no podremos hablar de democracia y libertad.
Necesitamos ciudadanos que puedan elegir y construir su propio destino.
El
país acaba de pasar por una jornada electoral que definió los gobernantes
locales y regionales para los próximos cuatro años. La conclusión es muy clara:
mientras no mejoremos de manera sensible la calidad de la educación no podremos
hablar de que vivimos en una democracia. Los niveles ínfimos de lectura crítica
que hoy alcanza nuestra población demuestran que no estamos en la capacidad de
elegir adecuadamente.
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